Si tengo que hablar de humor, debo separar las épocas. El humor de ayer: no se decían malas palabras; era pícaro, es verdad, pero también es verdad que aquellos chistes y humoradas no era insolentes.
El humor de hoy: no hay humor. Y si existe alguna clase, los chistes son groseros, tanto que nunca pensé escucharlos siquiera por televisión.¿De qué programas cómicos estoy hablando cuando me refiero al humor de ayer? Los de Jorge Porcel, Alberto Olmedo o el mío, “Las mil y una de Sapag”; es decir, los programas de sketches. Esos ya no existen. Hubo intentos, pero no duraron en la pantalla porque los puntos de rating “no fueron suficientes” para que sigan en el aire.
El único que hoy, a pesar de las críticas que recibe, me hace reír, es el de Marcelo Tinelli. Hace varios años que Marcelo viene muy bien, no sólo en el rating sino también en las ideas que genera.
Sin duda, este año Tinelli está “angelado”. Haga lo que haga, lo hace con gracia y la permanencia en el medio, por ahora, le da la razón.
Otro punto con el humor de hoy es que cualquiera se hace el gracioso: el tira cables del estudio aparece en cámara y hace chistes; el camarógrafo también se suma al show… y mientras tanto hay actores sin trabajo. Pero esto merece un punto aparte que no voy a desarrollar en esta nota.
Antes, la repetición casi total de un mismo programa en otros canales no existía. Eso es lo que no comprendo del fenómeno “ShowMatch”, que todos los programas, durante todo el día, repitan escenas de lo ocurrido la noche anterior en el programa de Marcelo.
Cuidado, porque esto es un arma de doble filo: por un lado es publicidad, y por el otro desgasta al programa original.
