Pico Truncado
El último fin de semana, la asociación de ciegos y disminuidos visuales Aonikenk logró los dos primeros lugares del torneo regional patagónico de torboll. Más allá de sumar el tercer título de sus vitrinas, este logro tiene un condimento adicional: le dio visibilidad a los deportistas que no pueden ver.
Desde el año 2007, este conjunto de ciudadanos truncadenses cuya incapacidad para utilizar el sentido de la vista los obligó a desarrollar otras destrezas, comenzó a practicar una disciplina especial para individuos con paralela vocación a la singularidad. Primero en la escuela Nº 3, hoy en el Complejo Deportivo Municipal, los no videntes locales lucharon contra su aparentemente evidente limitación para practicar deportes, intentando iluminar en los demás la vista que en ellos estaba vedada.
Hoy, Aonikenk es el equipo a imitar para la mayoría de los conjuntos patagónicos de torboll. Pero no sólo es un espejo para ellos. Es un ejemplo para toda la sociedad.
En un mundo donde la depresión se volvió una enfermedad legitimada, donde el “stress laboral” posibilita descansos de medio año, donde todos se ahogan en un vaso de agua, este grupo de personas cuyo problema podría ser verdaderamente un obstáculo, levantan la cabeza y siguen adelante. Como si al no ver las barreras, estas desaparecieran.
Para fines de mayo, los integrantes de la asociación nos representarán en el Torneo Nacional de la disciplina. Nuevamente, la bandera de Pico Truncado será enarbolada en lo más alto, compitiendo contra los grandes equipos de torboll de la República Argentina.
Y mientras son celebrados en la provincia, alabados en la Patagonia, reconocidos en la Nación, sus entrenamientos cada martes y jueves en “Gas del Estado” pocas veces tienen mayor concurrencia que la visita esporádica de los porteros del club.
Comencemos a prestar atención a este deporte que, aunque especial, no es para nada exclusivo. Aonikenk nos representa, y debemos retribuirle el favor con orgullo y agradecimiento.
