
Entre whisky, comida importada y tarjetas de crédito, la clase alta haitiana, muchos de ellos extranjeros, parece no haberse dado cuenta de la desgracia en que se encuentra viviendo la mayoría del país.
Un discreto supermercado de Puerto Príncipe muestra la otra cara de una sociedad. El gerente del lugar cuenta que su público proviene de las colinas de la ciudad donde vive la gente adinerada.
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