
El escrache no terminó bien: hubo siete heridos de La Alameda que fueron a declarar a la Comisaría 40ª, uno de ellos Gustavo Vera, presidente de la asociación. “Cuando se fueron las cámaras de televisión y los medios gráficos, apareció un tal Ayala, que es un tipo conocido entre los talleristas. Por Nextel dijo: ‘Mandame gente’. Al rato llegaron 100 personas con palos y tiraban bolsas de basura. Algunos rompían ramas de árboles para pegarnos. Gustavo quedó solo. Si no lo agarraba la policía, lo linchaban. A la gente que hizo la denuncia la liberaron”, dijo un integrante de La Alameda.
En el taller donde trabaja y vive Luis hay veinte máquinas y es regenteado por un hombre de nacionalidad coreana. El lugar es pequeño y viven más de diez costureros, en su mayoría indocumentados.
Trabajan de 7 de la mañana a 11 de la noche, por saco terminado les pagan 3,50 pesos. Luis contó que viven en pésimas condiciones, con suciedad permanente, baños sucios, cables expuestos, encerrados todo el día, con malas condiciones de alimentación.
“Entre los costureros, hay una menor de 15 años, sobrina del denunciante, que fue objeto de abusos. El dueño del taller hace dos semanas trajo a dos personas directamente de Bolivia a trabajar. Confeccionan sacos y remeras para un fabricante coreano que regentea la marca Susana L y que tiene un local en la calle Avellaneda, en el barrio de Flores. El taller que escrachamos fue clausurado el año pasado, pero se desconoce el motivo por el cual seguía trabajando”, explicó Vera.
“Alertamos de esta situación a la fiscalía antitrata (Unidades Fiscales Especiales, UFASE) y a la Subsecretaría de Trabajo porteña para que inmediatamente cese esta situación denigrante, se clausure el taller, se rescate a las víctimas y se les proporcione asistencia adecuada”, dijo el titular de La Alameda.
El jueves pasado, el gobierno porteño clausuró un taller textil clandestino que funcionaba en el Bajo Flores. El operativo estuvo promovido por la Dirección General de Protección del Trabajo. El taller estaba ubicado en la calle Saraza 1620, y varias personas de esa repartición habían ido hasta allí en reiteradas ocasiones, pero le negaban el acceso.
En el taller había cinco personas que trabajaban de manera irregular, veintiuna máquinas de coser y gran cantidad de ropa de marcas conocidas.
“En Buenos Aires hay alrededor de 3.000 talleres clandestinos. La gran mayoría, en villas de emergencia, porque es más difícil entrar”, dijo Vera.